En la provincia paquistaní de Sindh, y particularmente en Karachi, las autoridades informaron que en las últimas veinticuatro horas se realizaron miles de pruebas de detección de dengue, con más de un millar de casos positivos confirmados en ese lapso. La enfermedad, transmitida por mosquitos, se ha consolidado como una amenaza recurrente en zonas urbanas densas, donde el cambio climático, la falta de drenaje adecuado y la acumulación de agua favorecen la proliferación del vector. Los reportes de fallecidos se acumulan y hospitales y centros de salud operan al límite, con personal agotado y recursos materiales que no siempre alcanzan para una respuesta sostenida.
La respuesta oficial combina campañas de fumigación, recomendaciones de prevención y esfuerzos para ampliar la capacidad de atención, pero arrastra limitaciones estructurales de larga data. En barrios donde el acceso al agua potable y al saneamiento es deficiente, las medidas preventivas dependen en buena medida de la organización comunitaria y de la capacidad de las familias para modificar rutinas de almacenamiento de agua. El brote actual reabre el debate sobre cómo planificar ciudades más resilientes, con infraestructura que permita reducir la exposición a enfermedades transmitidas por vectores. También pone sobre la mesa la relación entre salud pública, desigualdad y vulnerabilidad climática en un país que enfrenta de manera simultánea eventos extremos y carencias económicas.