El Cuerno de África se consolida como uno de los escenarios más sensibles de la competencia geopolítica global. La combinación de puertos estratégicos, rutas marítimas vitales para el comercio internacional y Estados con necesidades urgentes de desarrollo ha atraído el interés de potencias regionales y extrarregionales. La forma en que se negocian concesiones, inversiones y acuerdos de seguridad en esta zona dice mucho sobre el nuevo mapa de influencias en el siglo XXI.
Ethiopia, la economía más poblada del área, volvió a colocar en la agenda su aspiración de contar con una salida directa al mar. Desde la independencia de Eritrea, el país depende de acuerdos con sus vecinos para acceder a los puertos que conectan sus exportaciones con Asia, Europa y Oriente Medio. Esa dependencia le otorga un peso desproporcionado a las relaciones bilaterales y crea incentivos para que otros actores, desde potencias del Golfo hasta socios asiáticos, se posicionen como aliados clave.
La competencia por manejar terminales portuarias y zonas económicas especiales no se limita a la infraestructura. Detrás de cada contrato se tejen compromisos de largo plazo que pueden incluir presencia militar, acceso prioritario a recursos naturales y alineamientos diplomáticos. Empresas estatales y consorcios privados de distintas regiones compiten por establecerse en estos enclaves, mientras organizaciones internacionales advierten sobre el riesgo de que la región quede atrapada en una nueva forma de dependencia.
Al mismo tiempo, los gobiernos locales enfrentan la presión de responder a expectativas de desarrollo y estabilidad interna. La promesa de empleos, mejoras en la logística y aumento de la recaudación fiscal convierte a los proyectos portuarios en piezas atractivas para agendas políticas que necesitan mostrar resultados. Sin embargo, si los beneficios no se distribuyen de manera equitativa o si las comunidades se sienten excluidas de las decisiones, los puertos pueden transformarse en focos de conflicto social.
La seguridad marítima es otro elemento central. El recuerdo de los episodios de piratería en el Golfo de Adén y la presencia de bases militares extranjeras en la región subrayan que, además de mercancías, por estas aguas circulan intereses de seguridad de primer orden. Garantizar la libertad de navegación y prevenir actividades ilícitas se ha convertido en un argumento clave para justificar acuerdos que, en la práctica, redibujan la presencia militar en el área.
El futuro del Cuerno de África como corredor logístico y energético dependerá de la capacidad de sus países para negociar desde posiciones que no comprometan su soberanía ni profundicen tensiones internas. Para la comunidad internacional, seguir de cerca esta evolución no es solo una cuestión de solidaridad con una región vulnerable, sino también una necesidad estratégica: la estabilidad de estas rutas influye directamente sobre los costos del comercio global y la seguridad de los suministros de energía y alimentos.
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