Un terremoto de magnitud 5,6 se registró en el océano, a unos setenta kilómetros de la costa de Fiyi, sin que hasta el momento se hayan reportado daños significativos ni se haya emitido alerta de tsunami. El movimiento, aunque frecuente en una zona altamente sísmica, recuerda la exposición permanente de los países insulares del Pacífico a eventos geológicos que pueden alterar su ya frágil equilibrio económico y social. En esta ocasión, la profundidad del sismo y su localización habrían contribuido a limitar los efectos en superficie y a reducir el impacto en infraestructuras críticas.
Sin embargo, la reiteración de estos episodios obliga a fortalecer la cultura de prevención y los sistemas de respuesta rápida. En pequeñas islas con infraestructuras concentradas en áreas costeras, un terremoto acompañado de un tsunami podría tener consecuencias devastadoras. De ahí la importancia de combinar monitoreo científico, educación comunitaria y planificación territorial, para reducir el impacto potencial de un fenómeno que no puede evitarse, pero sí gestionarse de manera más segura. La experiencia acumulada en otros sismos de la región debe servir como base para perfeccionar protocolos y reforzar la cooperación internacional en materia de alerta temprana.