Ir a página principal

Operación Lanza del Sur: alcance estratégico y proyección geopolítica de Estados Unidos en el hemisferio

14 de noviembre de 2025

La reciente presentación de la denominada Operación Lanza del Sur por parte del Departamento de Defensa de los Estados Unidos abrió un nuevo capítulo en la política exterior del país norteamericano hacia América Latina. El anuncio, formulado como una iniciativa de seguridad hemisférica orientada a enfrentar amenazas híbridas y criminales, marca un punto de inflexión en la manera en que Washington interpreta los riesgos emergentes en su entorno estratégico inmediato. En su narrativa oficial, la operación pretende proteger las rutas marítimas, desarticular redes ilícitas transnacionales y reafirmar la capacidad estadounidense de actuar preventivamente en el Caribe y la fachada pacífica del continente.

Aun así, más allá del mensaje institucional, la naturaleza de la iniciativa revela un escenario geopolítico complejo, donde se mezclan la proyección de poder, la disuasión estratégica, la competencia con actores externos y el intento de retomar un lugar central en la arquitectura de seguridad regional. Para América Latina, el lanzamiento de la operación representa tanto una advertencia como una invitación: la advertencia de que Estados Unidos está dispuesto a ampliar el uso de su capacidad militar en el hemisferio, y la invitación a repensar el equilibrio entre cooperación, autonomía y preservación de la soberanía.

En primer lugar, la operación surge en un contexto donde las amenazas no convencionales ya no se interpretan como fenómenos aislados. La convergencia entre crimen organizado, tráfico ilícito, actores no estatales, economías clandestinas y disputas territoriales en zonas marítimas sensibles exige —al menos desde la óptica de Washington— una respuesta que combine tecnología, inteligencia, presencia naval y coordinación interagencial. El énfasis en una estrategia integral, que vincula la protección del territorio estadounidense con la estabilización regional, constituye un argumento central para justificar el despliegue anunciado.

Sin embargo, este enfoque plantea interrogantes importantes. ¿En qué medida la ampliación del rol militar puede traducirse en resultados sostenibles? ¿Cómo se equilibra la acción preventiva con el respeto a la soberanía de los países? ¿De qué manera se relaciona la iniciativa con la política tradicional de cooperación en seguridad? Ninguna de estas preguntas tiene respuestas simples, especialmente cuando se observa la diversidad política del continente y los desafíos que enfrentan las democracias latinoamericanas en materia de desarrollo institucional, control civil de las fuerzas armadas y fortalecimiento del Estado de derecho.

Desde un punto de vista estratégico, Lanza del Sur parece inscribirse en una dinámica más amplia: la recomposición de la influencia norteamericana en un entorno donde otras potencias han incrementado su presencia mediante inversiones, acuerdos energéticos, tecnología e infraestructura. Para Estados Unidos, garantizar que el hemisferio permanezca estable y alineado con sus principios de seguridad implica actuar no solamente como socio, sino también como garante de un orden regional que considera amenazado. En este sentido, la operación cumple una doble función: neutralizar riesgos inmediatos asociados al crimen transnacional y reafirmar una posición de primacía en un escenario global más competitivo.

La iniciativa también tiene implicaciones políticas profundas. En algunos países latinoamericanos, el fortalecimiento del discurso militarizado asociado al combate de actividades ilícitas ha generado preocupación por los efectos colaterales sobre comunidades vulnerables, ecosistemas frágiles y territorios donde la presencia estatal es limitada. Si bien la cooperación internacional es un pilar fundamental para enfrentar desafíos transnacionales, la militarización puede acarrear riesgos: incremento de tensiones locales, deterioro de derechos fundamentales, desplazamientos forzados o respuestas desproporcionadas frente a amenazas mal definidas.

Desde una mirada regional, la Operación Lanza del Sur subraya la necesidad de redefinir el papel de América Latina en la agenda global de seguridad. La región enfrenta realidades diversas: desde países con capacidades institucionales robustas hasta estados con limitaciones severas para controlar sus fronteras o enfrentar la expansión de organizaciones criminales. En este marco, la presencia estadounidense puede percibirse de maneras muy distintas: como un respaldo indispensable, como un instrumento de presión geopolítica o como un factor que reabre debates históricos sobre autonomía, dependencia y equilibrio en la política exterior.

Para los gobiernos, la tarea principal será clarificar el alcance de su participación —o no participación— en la operación. Cada estado tendrá que evaluar hasta qué punto la cooperación beneficia su seguridad y bajo qué condiciones puede mantener control y transparencia sobre los despliegues en su jurisdicción. Asimismo, deberán considerar cómo estas decisiones impactan su política interna, su relación con actores sociales y su posicionamiento regional.

Mirando hacia adelante, el éxito de la operación dependerá no sólo del poderío militar estadounidense, sino de la capacidad de integrar enfoques civiles, diplomáticos y de desarrollo. La región ha mostrado repetidamente que las soluciones exclusivamente coercitivas generan efectos temporales, pero difícilmente abordan las causas profundas que alimentan la expansión de economías ilícitas y la consolidación de actores criminales con impacto transnacional. La gobernanza, la educación, la inclusión económica y la modernización institucional siguen siendo pilares fundamentales para cualquier estrategia de largo plazo.

Por otra parte, la operación podría acelerar la reorganización de alianzas hemisféricas. Algunos países podrían optar por estrechar vínculos con Estados Unidos, mientras que otros podrían buscar mayor equidistancia, profundizando relaciones con actores extrahemisféricos que ofrecen cooperación técnica, financiamiento o respaldo político. En ese sentido, alianzas estratégicas, acuerdos regionales y mecanismos multilaterales podrían experimentar transformaciones significativas en los próximos años.

Finalmente, para Estados Unidos, el liderazgo en el hemisferio dependerá de su capacidad para equilibrar firmeza con diplomacia. Una estrategia que se apoye exclusivamente en la proyección militar corre el riesgo de erosionar la confianza y la legitimidad. En cambio, una política exterior que combine seguridad, desarrollo y respeto por la soberanía podría fortalecer su vínculo con América Latina de manera más sólida y duradera.

La Operación Lanza del Sur, en definitiva, no es solamente un despliegue operativo: es un movimiento geopolítico con consecuencias estratégicas para todo el continente. El tiempo dirá si la iniciativa se convierte en un punto de inflexión hacia una cooperación más robusta y equilibrada, o si derivará en tensiones prolongadas que reconfiguren el mapa político regional.

© 2025 Octavio Chaparro. Todos los derechos reservados.

Aviso legal: Este texto es obra original del autor. Su reproducción total o parcial está prohibida sin autorización expresa.

Ir a página principal